EL MONTONERO DE TIABAYA

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miércoles, 11 de abril de 2007

Raza de Toros Arequipeños

Una de las manifestaciones culturales más típicas y emblemáticas de la campiña arequipeña,
es la Pelea de Toros. Esta costumbre -única en el mundo- revela y demuestra contundentemente
ese asombroso afán de singularidad que con persistencia anima el espíritu de nuestro pueblo.
La presencia de ganado vacuno en Arequipa se verifica en el siglo XVI. A poco de fundada la
ciudad, en 1558 el Cabildo destina tierras en Socabaya como dehesa para la pastura y crianza
de reses. Unos años antes, en 1555 el Marqués Francisco Pizarro libró la ordenanza que mandaba celebrar con seis corridas de toros, el Día de Santa Marta, protectora de Arequipa contra loscontinuos temblores que en ella se producían; ordenando lo propio y con mayor razón el 15 deAgosto, Día de la Asunción de María, advocación divina a la que estaba entregada la ciudad.
No obstante la temprana introducción de las corridas de toros, esa afición no prosperó en
Arequipa como en otros lugares, desarrollándose más bien la inclinación a admirar la pelea de
toros hasta llevarla a una auténtica especialización reglamentada y conducida con sapiencia y
ejemplar respeto a la dignidad del animal, en contraste a la sangrienta corrida de toros.
El origen de esta afición se explica fundamentalmente por la confluencia de circunstancias
especiales que se produjeron a través del tiempo.
En primer lugar conviene saber que la especie de toro que llegó al Perú fue la “Bos Ibericus”
descendiente del toro africano, que se aclimató en la Península Ibérica. La bravura congénita de
este animal indujo a que los caballeros castellanos medievales practicaran con él una prueba
de valor que consistía en sortear la embestida desde el caballo, picando al toro con un rejón.
Esta práctica es sin duda la precursora del toreo a caballo o rejoneo de tanta afición en Portugal.


La paulatina domesticación y adaptabilidad climática de este poderoso animal, lo hicieron
recomendable para ser traído a América al producirse la Conquista, y al llegar a Arequipa, valle
netamente agrícola, fue utilizado para aprovechar su fuerza y tamaño en la productiva y mansa
tarea del arado en yunta. Pero la herencia tiene sus leyes y la sangre brava de este noble astado
se manifestaba plenamente cuando no estaba controlado por el yugo. Así, era frecuente presenciar
espontáneas peleas en la chacra y el corral.
Esa condición de belicosidad natural se acentuó cuando los hatos mistianos tuvieron ocasión
de conocer y enfrentar a los toros serranos de la raza Brown Swiss, de menor alzada pero más
“pelincos” por haber vivido casi en estado salvaje en el Altiplano Andino.
El encuentro ocurrió en el siglo XIX cuando se instaló el Ferrocarril del Sur y sus bodegas
transportaban ganado de Puno y Arequipa a las lomas de Mollendo y Mejía, para engordarlo con
el rico y suave majuelo que allí crecía. En ese campo extenso y feraz, el ganado era soltado para
pastar a sus anchas. El enfrentamiento -y también el cruce- era inevitable y así, el toro arequipeño
incrementó su innata personalidad peleadora. Para entonces ya se organizaban peleas, y aunque
se efectuaban al campo libre cercado el duelo únicamente por la muralla humana que vibrante
de emoción se formaba temeraria rodeando a los toros, la afición ya era latente.
El historiador mistiano Juan Guillermo Carpio Muñoz, ha encontrado un dato que consigna que
el 10 de mayo de 1881 Don Teodoro Cerf obtiene cien soles de plata por haber ganado su toro
en una pelea. Ésta es la fecha más antigua que se ha registrado hasta el momento, pero todo
parece indicar que es a mediados del siglo XX cuando con fines de explotación lechera, se
importa ganado de las razas Holstein y Overo Negro que al cruzarse con el toro local aportan
peso y estampa, definiendo con este mestizaje culminante el prototipo actual de nuestro toro de
pelea, consolidándose además definitivamente la afición.

Estos soberbios animales de gran fuerza y alzada, en ocasiones sobrepasan la tonelada de peso.
Su alimentación desde ternero consiste en la ingesta de alfalfa, maíz y cebada verde, harina de
soya, afrechillo, melaza de caña de azúcar y eventualmente vitaminas. El entrenamiento que
recibe, propicia mediante caminatas, el fortalecimiento de sus patas y se le hace embestir las
paredes de los bordos de las chacras para adiestrar y potenciar su resistencia y eficacia en el
topetazo. No se le ata y ara con frecuencia.
Al llegar a la edad de pelear, su presencia es intimidante y bella. Así como los gallos reciben
diversos nombres en razón del color de su plumaje, los toros también son clasificados por el
color de su pelo: “Pintado”, “Negro”, “Colorado”, etc., así como por la forma y tamaño de sus
“cachos” o cuernos: “Bonito”, “Achivado”, “Desigual”, etc. Estas armas córneas son protegidas
por casquillos de metal que cubren las puntas.

Parrafo tomado de "Campiña Arequipeña: vida, paisaje y cultura", publicado por Egasa

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